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Con András Forgách
Con András Forgách

Entrevista a Teresa Ruiz Rosas, traductora de El expediente de mi madre

Teresa Ruiz Rosas

1956–

Nacida en Arequipa, Teresa Ruiz Rosas es narradora y traductora literaria. Su primera novela El copista (1994) fue finalista del premio Herralde, su novela más reciente es Nada que declarar. El libro de Diana. Siguió estudios de filología en diversas universidades del mundo, entre ellas en la de Budapest, donde aprendió húngaro y conoció la literatura húngara. Es traductora de Milán Füst (La historia de mi mujer). La entrevistamos acerca de su reciente traducción de El expediente de mi madre de András Forgách.

Teresa, tú eres escritora y traductora, los textos son los materiales y los productos de tu trabajo. ¿Es posible para ti, una profesional del texto, disfrutar de un libro como lo hacías de adolescente o como lo hace un lector de a pie?

Seguro que sí, Eszter, yo diría incluso que a cada relectura de un mismo texto por razones de trabajo lo disfruto más porque descubro casi siempre algo nuevo. Y entonces siento que lo conoczco mejor. Las novelas, decía Umberto Eco, son como máquinas para generar interpretaciones, así que, estirando la frase, se puede proponer que no solo hay tantas interpretaciones posibles como lectores, sino también como lecturas de un mismo lector, mira qué trabalenguas…

¿Cuáles fueron tus primeras impresiones del libro de Forgách antes de emprender la traducción?

En la parte narrativa propiamente dicha me llamaron la atención sus frases extremadamente largas, algo que en general me gusta mucho en literatura y supone un mayor desafío en la traducción. Y también me alegró ver que había poemas, me encanta traducir poesía, es muy gratificante.

En cuanto al tema, me sobrecogió que el núcleo de la historia transcurriese justo en la época en que viví en Budapest.

Desde el punto de vista genérico, se trata de un texto híbrido. ¿Cómo afectó esto tu labor de traductora?

Fue más bien un reto. Como he estudiado Lingüística y en Friburgo de Brisgovia tuve un gran sociolingüista como catedrático, Hugo Steger, experto en la tipología de textos, para mí ha sido muy interesante recordar y aplicar aquellas enseñanzas al traducir esos diferentes registros de lenguaje administrativo y demás, contrapuestos al lenguaje literario.

En el libro, los pasajes de ficción, muchas veces de tono lírico y no exentos de emoción, contrastan con los escalofriantes fragmentos de los documentos oficiales, escritos con poco esmero y repletos de términos técnicos. ¿Cómo lo ves desde tu punto de vista de traductora?

Justamente brindan una oportunidad para decantar los estilos según el tipo de texto. En realidad son un recurso muy eficaz, muy plástico, no hay que extenderse demasiado en explicaciones puesto que un texto, por oficial que sea, “pinta” a quien lo ha escrito, al menos en parte. Y, a menudo, estos pasajes en las antípodas estilísticas ofrecen la posiblidad de tener dos miradas sobre un mismo hecho, dos perspectivas casi opuestas y a veces contradictorias de registrar un hecho. Eso naturalmente enriquece estas memorias noveladas.

Otro problema de traducción lo habrá supuesto el hecho de que la madre, nacida en Palestina, hable un húngaro deficiente salpicado de errores gramaticales y léxicos, sobre todo en situaciones emocionalmente complicadas. ¿Se refleja eso en la traducción?

Ha sido la dificultad mayor para mí. Esos pasajes los he comentado detenidamente con el autor, quien respondió pacientemente a todas mis preguntas, ya fuese por teléfono o correo, y además tuvo la gentileza de acercarse a Balatonfüred, a la Casa Húngara del Traductor, cuando estuve allí, para resolver todas mis dudas de la traducción. Como solución, he procurado que esos errores se reflejen hasta el punto sostenible para una lectura fluida, es decir, que hay un balance consciente. Al fin y al cabo, como traductores avanzamos por una cuerda floja, y el arte consiste en no caernos…

Tú pasaste varios años en Hungría precisamente en la época en la que se desarrolla el Expediente de mi madre. ¿Qué impresiones tenías del país como estudiante extranjera? ¿Pudiste entrever o sospechar algo de los mecanismos de ese sistema totalitario? ¿Tenías contactos con gente de la disidencia?

Fue mi primera experiencia europea, de modo que solo podía comparar con mi país de origen. Mis impresiones desde luego darían para un libro, que aún no he escrito… Pero en una frase podría decirte que dividí a la gente, para orientarme, en tres grupos: primero, las personas progresistas y bien informadas con quienes podía conversar sobre cualquier tema y que amaban a su país como para no marcharse, y que no estaban en el partido; segundo, aquellas que veían el mundo solo a través de su pertenencia al partido, y tercero, quienes solo pensaban en comprarse vaqueros, jabón Rexona y te contaban de su tía en USA, adonde ansiaban llegar. Mis amistades, y muy queridas, eran del primer grupo…

Alguna vez tuve una sospecha, pero ni remotamente imaginé las dimensiones de lo que he leído en el libro de Forgách. Es más, el aparato burocrático me sigue pareciendo menos lento que en todos los países que conozco en calidad de residente.

Eso sí, la próxima vez que vaya a Budapest voy a indagar si tengo algún expediente…

Como yo podía viajar al extranjero con un permiso que me concedían siempre y con un trámite mínimo, y tenía amigos que me pedían publicaciones, revistas que no llegaban a Hungría, yo las compré fuera y se las llevé un par de veces.

Tengo entendido que acualmente estás trabajando en la traducción de otro autor húngaro.

Me gustaría, pero justamente la descomunal burocracia de la Unión Europea en materia de subvenciones no ha autorizado la que corresponde a ese libro, y la editorial que me lo encargó, como es independiente y pequeña, no puede asumir el costo de la traducción…

¿Y cuándo va a salir el próximo libro de la escritora Teresa Ruiz Rosas? ¿De qué va este libro?

Si tengo suerte, este 2019… Prefiero no adelantar de qué va. Yo, por ejemplo, nunca veo los avances de una película antes de ir al cine…

Muchas gracias, Eszter por entrevistarme.

Eszter Orbán


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