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“Ahora tanto los húngaros como los españoles resultan superfluos”

György Spiró

1946–

Novelista, dramaturgo, poeta, sociólogo, historiador de la literatura, profesor, György Spiró es uno de los personajes más influyentes de la actual literatura húngara. En su país, sus libros son de los más populares, sus dramas están continuamente en la cartelera. Spiró formula su opinión acerca de nuestro mundo con una sagacidad concluyente y sin escrúpulos, sus obras incitan a sus lectores a debates y a diálogos muchas veces encendidos. Varias de sus obras giran en torno a algún acontecimiento histórico; la credibilidad épica y la representación realista son rasgos característicos de su arte. En sus escritos, Spiró no deja de confrontarnos con los deberes que nos impone la existencia humana, con nuestras debilidades, faltas y oportunidades. “Escribo mis obras por preocupación y por amor, esto está permitido, ¿no? Es mi deber.”

En el centro de sus novelas se encuentra, la mayoría de las veces, alguna época histórica o bien figuras fuertemente determinadas por su tiempo. ¿Estamos tan a merced de la época en la que nos toca vivir?

Vivimos en sociedad, y su estado, es decir, el estado psíquico y espiritual de los demás nos determina también a nosotros. No digo que nos determine definitivamente, pero sin duda es imposible librarnos de esa influencia. A mí me interesan aquellas épocas de las que tengo llave. Obviamente, la llave es mi propio presente y así sucede con todas mis novelas históricas. Supongo que la idea de Exposición de primavera se me ocurriría porque me pareció que, desde cierto punto de vista, aquel terrible ambiente de depresión, la indefensión de la gente y la cobardía humana que caracterizan las épocas postrevolucionarias, estaban de actualidad. No quiero afirmar que aquellos años fueran iguales a los que estamos viviendo en estos momentos en Hungría, sin embargo tengo la impresión de que hoy en día también se dan casos extremos de cobardía y mimetismo humanos.

¿El mimentismo y la cobardía hacen de antemano imposible la existencia de héroes? En el centro de Exposición de primavera tamién hay una especie de antihéroe. Desde las novelas del siglo XIX conocemos el tipo del hombre superfluo. ¿Sigue siendo éste el héroe de nuestro tiempo?

El hombre superfluo es un tipo literario eminentemente ruso, una figura intelectual. A mi modo de ver en el siglo XX, llegamos en Europa del Este a una situación en la que esto dejó de ser una cuestión intelectual para convertirse en un problema de varios cientos de millones de personas. Desde el punto de vista de la racionalidad económica y política, toda la Europa del Este es prescindible, no hay ninguna razón para que exista. Ahora tanto los húngaros como los griegos resultan superfluos, igual que los españoles y los portugueses, es decir, toda la región de Europa del Sur y del Este. Aquí se ha creado una situación histórica de la que no tenemos la culpa. No obstante, yo no represento esto, mis héroes no son así. El héroe de Exposición de primavera es un ingeniero que cree en las utopías comunistas y para nada se considera a sí mismo superfluo. Y tampoco se deja llevar por los acontecimientos, sino que ciertas personas, por cierta razón, le consideran apto para ser denunciado falsamente y de repente todos se vuelven contra él. Este problema es el del hombre al que la sociedad ha designado como cabeza del turco. Con cierta demora, eso sí, pero al fin y al cabo se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor y comprende la revolución con posterioridad para, finalmente, aceptar él también aquel compromiso y aquel autoengaño que son propios de la toda la sociedad. La gente quería vivir. Era totalmente evidente que aquella revolución no podía triunfar, el mundo entero no quería que Hungría fuera independiente, por tanto, había que rendirse y vivir como se pudiera.

Toda revolución es apta para representar a la gente en situaciones extremas. Mi truco consistió en renunciar a representar a la revolución con sus situaciones extremas y comenzar la trama de la novela después de la revolución: cuando los ánimos ya van calmándose, es cuando se empieza a poner en apuros al protagonista. Ésta no es la novela de la revolución, sino de las subsiguientes represalias. Creo que muchos han vivido cosas parecidas, los españoles se acordarán de cómo fue la dictadura de Franco y de lo que ocurrió después. Siempre suele haber represalias de este tipo.

¿Por qué antes, a pesar de todo, existieron héroes? ¿O es que ni siquiera entonces existieron; sólo nosotros, desde nuestra posición, los vemos como tales?

Mis héroes no son héroes románticos. Desde el siglo XIX estamos acostumbrados, sobre todo en las letras de Europa del Este a que los protagonistas de las obras sean héroes románticos. Sin embargo, en las mejores obras, en las más brillantes obras de la literatura húngara, las figuras no son románticas; el caso es que de alguna manera hemos hecho nuestra la idea romántica, que se propaga incluso en las escuelas.

¿No es posible que esto se origine en el deseo del hombre de que haya héroes? De la misma manera que deseamos que exista un mundo perfecto.

Los escritores tienen dos estrategias: una es satisfacer el deseo del lector y ofrecerle una autoimagen ideal, la otra, en cambio, es construir figuras complejas y múltiples. Yo suelo escoger esta última, que me resulta más interesante.

La novela se basa en un acontecimiento real. ¿Esto tiene alguna importancia?

Para mí es importante que este caso ocurriese de verdad, pero este simple hecho no impediría que la novela fuese muy mala. De la misma manera que una historia ficticia también puede ser espléndida. El crédito épico para mí es sustancial porque no permite que mi fantasía vuele sin objeto alguno.

La experiencia muestra que ni la democracia, ni la dictadura funcionan. ¿Existe algún sistema social que pueda funcionar o es que esto cambia siempre?

La democracia, igual que la dictadura, tiene distintas variedades. No es justo comparar las sociedades de Europa del Norte con las del Sur. Asimismo, la dictadura de Kádár tampoco era comparable con la soviética o la china. Las sociedades crean unas formaciones que los grupos que las componen hacen posible. Es muy importante la potencia económica, es decir, el número de pobres y la apertura de la tijera entre pobres y ricos, pero cuenta incluso más la mentalidad, lo que la sociedad ha heredado de las experiencias de siglos pasados.

Teniendo en cuenta todo esto, ¿qué nos espera en Europa del Este y del Sur?

Mucho sufrimiento, muchos problemas y numerosos conflictos, como hasta ahora también. Esto no es ninguna novedad. Pienso que la función primordial de la literatura es la transmisión de experiencias. Aquéllos que leen están más protegidos contra las vicisitudes de la vida que aquéllos que no leen.

¿Esto quiere decir que la literatura y el teatro pueden conservar su función de enseñar y de compartir experiencias, ayudándonos a hacer mejor las cosas?

La tarea principal de la literatura y el teatro es el entretenimiento. Aquello que no entretiene, está perdido, no interesa. Pintar una imagen real de la sociedad entreteniendo es sumamente emocionante. Cuanto más nos adentramos en la psique humana y en las relaciones humanas, tanto más entretenido resulta lo que escribimos, tanto más divertida y emocionate es. Yo no separaría estas dos cosas. No quiero enseñar con mis obras; ahora bien, el público, curiosamente, suele agradecer que una obra ofrezca una imagen algo más profunda de lo habitual. Es cierto, sin embargo, que a las sociedades débiles no les gusta hacer frente a los problemas reales y la verdad es que estas sociedades de Europa del Este y del Sur son débiles. Según mis experiencias, sólo las grandes potencias han sido capaces de llevar a cabo durante un tiempo prolongado una confrontación real con el pasado. Estas sociedades han sido lo suficientemente fuertes y seguras de sí mismas como para permitirse el lujo de la confrontación.

¿Qué mensaje lanzaría a las futuras generaciones? En una ocasión manifestó que “temía por Hungría”. ¿Por qué se preocupa por ella?

Toda la humanidad merece que nos preocupemos por ella porque no se halla en buen estado. Los últimos cien años han sido una extraña caída en picado a un lugar cuyo fondo no se ve. No lanzo ningún mensaje, si hubiera querido enviar algún mensaje, ya lo habría hecho por escrito. Si uno escribe obras literarias, novelas, relatos y dramas, lo hace porque no tiene un mensaje que pueda formular en dos frases y porque su objetivo no es sermonear, sino representar. Siempre, incluso en las obras más breves, debo representar mundos enteros y en ellas, en el mejor de los casos, está incluída toda aquella sabiduría colectiva que yo he tomado de los demás y que ahora devuelvo.

Texto: Enikõ Záhonyi

Traducción: Eszter Orbán


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