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Krúdy_en _su_habitación
Krúdy_en _su_habitación

Un hedonista de tabernas

Gyula Krúdy

1878–1933

Escritor de una fertilidad excepcional, autor de sesenta novelas y tres mil relatos, capaz de trabajar 24 horas seguidas, colaborador de quince revistas y periódicos a la vez. Gourmet sabio, catador de vinos invencible, la figura nocturna más emblemática del Budapest de fin de siglo, conocedor de tabernas, amigo de actrices y prostitutas, habitante de burdeles y hoteles, jugador de naipes y entusiasta de las carreras de caballos, contrincante temido de los últimos húsares y experto en ropa femenina. Escritor solitario, líder de una generación literaria a la que no pertenecía, fundador de la nueva prosa húngara. Dos veces casado, marido infiel con cuatro hijos, enfermo de corazón, pulmones y estómago, alcohólico pobre y olvidado, enterrado al son del violín cíngaro.

Gyula Krúdy nació en 1878 en una ciudad de la parte noreste, y más pobre de Hungría, Nyíregyháza. Fue hijo natural de su madre, que lo tuvo a los diecisiete años, de una relación ilegítima con el señor Krúdy, dueño de la casa donde ella trabajaba de criada. El padre Gyula Krúdy decidió casarse con su madre casi veinte años más tarde, y después de haber tenido diez hijos en común. Los antecedentes paternos eran gente rebelde, de los abuelos se contaban anécdotas peculiares. El pequeño Krúdy sólo tenía un objetivo en la vida: “Ser escritor, y nada más.” A los 16 años empezó a trabajar para periódicos y revistas, y se fue a vivir a la capital, a Budapest. Escribía cuentos desde la secundaria, y publicó el primer tomo antes de cumplir los veinte. Hasta 1911 había escrito casi 40 tomos, sin embargo, su carrera de éxitos empezó en 1913 con la novela La carroza carmesí (y la continuación Viajes otoñales en la carroza carmesí), que durante los primeros ocho meses tuvo tres ediciones, y según Endre Ady, un contemporáneo “lo han leído todas las mujeres, incluso las alumnas de los colegios de niñas”. En estos mismos años creó la figura de Simbad (La juventud de Simbad – 1911, Los viajes de Simbad – 1912, Castillo francés – 1912, La conversión de Simbad – 1925) descendiente literario del navegante famoso de las Mil y una noches, un hombre melancólico que vive aventuras amorosas en el Budapest decadente enfocando de manera insólita la ciudad y la época. Simbad y Kázmér Rezeda, el protagonista de La carroza carmesí, aparecen en varias obras de Krúdy como alteregos del escritor aunque él quería evitar el autobiografismo. En esta época publica una de sus novelas más conocidas, Girasol (1918), la historia de una muchacha.

Abandonó Nyíregyháza y se fue a vivir a Budapest, desde 1918 hasta 1930 vivía en la isla Margarita en medio del Danubio, un sitio entonces idílico, en un entorno natural apto para la creación, sin embargo, Krúdy sólo podía trabajar en cafeterías, tabernas y restaurantes. Fue capaz de escribir hasta tres artículos al día, con un vaso de vino a mano. Su figura pensativa, siempre solitaria aparecía todos los días en los locales más importantes de Buda y Pest. Era un hombre apuesto y atractivo, un señor que se llevaba bien con todo el mundo, pero no tenía amigos intímos, y aunque se casara dos veces –primero con una autora de cuentos seis años más mayor que él, después con la exmujer, veintiún años más jóven, de un director de hotel que el escritor frecuentaba– tenía amantes por toda la ciudad.

Tenía fama de ser un bohemio, lo cual se pone en duda considerando que su obra completa llena 140 volumenes. Fue, lo que se llama, una leyenda viva; dicen que una noche, sin mayor dificultad, desarmó a un húsar borracho y con ganas de pelea, y la espada se la entregó al ama del burdel. Fue capaz de estar escribiendo 24 horas sin cesar, así como comiendo y bebiendo. Fue gran conversador pero sabía escuchar y no decir nada durante horas y horas. Las leyendas tenían sus fundamentos reales: ganaba mucho y gastaba más, fue generoso con todos, desde la familia hasta con los amigos que le hacían compañía en las tabernas. Un día normal, según su autobiografía (N.N. – 1922), trabajaba hasta las doce, iba al hipódromo, después a ver a una amante, por la tarde tenía generalmente un duelo, seguido por largas jugadas a naipes en las cafeterías literarias, y luego una cena en el Casino Nacional.

En 1919 durante la Revolución estuvo a favor de los progresistas, y después del fracaso de ésta Krúdy sufrió represalias porque no se arrepentió de su actuación, y quedó marginado. Las editoriales no lo publicaban, los periódicos no aceptaban sus artículos, y debido a su forma de vivir –puros y cigarillos, grandes comidas, gulash, aguardiente y buen vino– a los cincuenta años enfermó de corazón, pulmones y estómago. Su agonía duró cinco años, aunque varias veces intentó dejar de beber, y gracias a un premio literario prestigioso, el Baumgarten – otros premiados importantes fueron Margit Kaffka, Dezsõ Kosztolányi, Attila József, Mihály Babits – pudo pagar parte de las deudas acumuladas. Sin embargo, el último año desilusionado por la realidad que le rodeaba, incapaz de enfrentarse a los gastos de su vivienda, comenzó a frecuentar de nuevo las tabernas de la vieja Buda. La siguiente anécdota refleja muy bien la actitud de Krúdy frente a la muerte. En el hospital y enfermo mortal, su mujer lo pilló escuchando un violinista gitano, con una botella de vino tinto, cuyo consumo fue claramente prohibido por el médico, en la mesilla de noche.

Murió en 1933 en su casa sin luz y sin agua, después de haber vuelto de su cafetería favorita, en su escritorio sólo había una vela. Las autoridades oficiales no se presentaron a su entierro, y fue acompañado por amigos, actores y actrices, yoquíes, prostitutas y cíngaros.

La figura de Krúdy es como la de sus personajes.


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