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Beatriz de Aragón, la reina dos veces destronada I

Ricardo Izquierdo Grima

Beatriz de Aragón
Beatriz de Aragón
Tal vez salvo hallazgos documentales o descubrimientos arqueológicos toda historia es una nueva valoración del pasado desde el punto de vista de su narrador pero con una mirada que frecuente y a veces irremediablemente viene condicionada por la tendencia, oportunidad o gusto del momento en que poniéndose de moda un personaje, episodio o etapa histórica se vuelve a elucubrar sobre estos, normalmente con los mismos materiales pero con una nueva visión o interpretación. E igualmente que un novelista fallecido y otrora famoso puede activarse nuevamente tras un olvido de décadas, un personaje histórico o episodio puede caer en el olvido, aunque nunca se sepa si este será definitivo ya que en algún momento alguien redescubra el asunto, buscando una originalidad o tema presuntamente virgen, haciendo una mirada pretendidamente novedosa o simplemente aireando de nuevo la materia.

I

Una realidad histórica o novelesca admite varias interpretaciones pero algunas son imposibles. Es frecuente que sea la efeméride de un aniversario de cifra redondeada lo que da pie a poner de moda y como tal perecedera, a un episodio histórico, y si se trata de un personaje, la efeméride coincidirá con su aniversario de nacimiento o muerte.

Quinientos años era una cifra perfecta para airear a una reina muerta hace medio milenio, no hemos tenido esa ideal coartada y nos tendremos que contentar con quinientos uno que son los años que el 13 de setiembre hace que murió la reina Beatriz. Su conocido biógrafo Alberto de Berzeviczy no debió desaprovechar los cuatro siglos de la muerte, pues aunque la edición española de la Editorial La España Moderna “Beatriz de Aragón .Reina de Hungría” traducción de Luis de Terán, como tantas otras ediciones de Madrid del primer tercio del siglo XX, no contiene la fecha[1], la primera referencia que de la obra encontramos en húngaro es de 1908, “Beatriz Királyné. Magiar Történeti”. Ëletrajzok 24. Budapest.

Hoy en 2009 la oportunidad no nos la brinda el redondo aniversario de su muerte sino la coyuntura de una exposición:“Princeses de terres llunyanas. Catalunya i Hongría a l’edat mitjana”.

Un autor, una institución o un patrocinador de uno u otra puede hacer o buscar las semejanzas que quiera entre personajes y pueblos, y estos aunque puedan aparecer como evidentes que simplemente se constatan no hay motivo para no someter al juicio severo no tan sólo de su veracidad sino de su oportunidad. Las obras historiográficas so pretexto de exponer hechos ciertos no pueden escapar a un comentario acerado que repare no sólo en la interpretación de los hechos dados y expuestos sino en las omisiones y en la motivación u oportunidad del texto.

Se pueden establecer las semejanzas que se crean oportunas, pero muy probablemente estas no sólo responderán a poder explotar un tema inédito o de forma original, sino que se trate de incidir en éste para favorecer pretensiones que sin carga peyorativa calificaríamos de políticas, aunque la otra parte que se someta a la comparación pueda tan solo ver un estudio inocente sin atisbar las pretensiones ideológicas del que esgrime la comparación.

No pretendemos, porque además seríamos personalmente desagradecidos, hacer críticas a las semejanzas que la exposición hace, máxime cuando nuestra idea inicial es sólo vislumbrar algunos rasgos de Beatriz de Aragón que nos parezcan dignos de interés, y partiendo de un único material, el de la biografía de Alberto de Berzeviczy (1853-1936)

No dudo que se puedan buscar comparaciones o semejanzas entre Hungría y Cataluña en algunos episodios históricos o rasgos culturales particulares, pero más problemas plantean si la comparación es en términos de Derecho Político como realidades nacionales y no circunscritas a un momento o etapa histórica sino a un continuum. Bien es cierto que lo primero que define una realidad nacional es la voluntad de serlo por todos sus miembros, pero desarrollando esta idea Hungría es un Estado y Cataluña no, luego a partir de ahí las comparaciones han de tener el rigor de esgrimir los términos y conceptos adecuados que no se alteren o mal utilicen so pretexto oculto o no tan oculto de favorecer comparaciones para fundamentar realidades nacionales ficticias o cuando menos exageradas aunque sean deseadas.

II

Lo que con ello queremos expresar y que no compartimos son las explicaciones autocomplacientes de hacer símil y parangón de Cataluña y Hungría como engullidas sus dinastías al final de la Edad Media, por otras dinastías no nacionales, imperiales y acaparadoras, discurso que si no imposible nos resulta exagerado y voluntarista.

El inconveniente de tener que satisfacer ciertas aspiraciones nacionalistas es el estiramiento o la exageración en los datos, que sin ser falsos son desde luego interpretables.

Ni eran tierras tan lejanas, a propósito del título de la exposición, ni estábamos exactamente en la Edad Media. Cuando en 1457 veía la luz en Nápoles la princesa Beatriz, el reino de Hungría tocaba al mar Adriático y el de Nápoles no sólo era el golfo del mismo nombre, sino que daba a los dos mares, luego no era una tierra tan lejana como parece a primera vista. Por otro lado cuando nuestra protagonista entra en la Historia de Hungría en 1476 como reina del país, la Edad Media está a punto de finalizar, ello en sí no tendría mayor importancia salvo que entramos en la Edad Moderna caracterizada por la creación de los estados nacionales, lo que sin perjuicio de su raíz poco o mucha aragonesa, harían de Beatriz poder ser calificada ya y no antes de princesa española, gentilicio muy inoportuno cuando se pretende hacer sólo semblantes catalano-aragoneses.[2]

¿Biografía definitiva?

No sabemos si es adecuado el calificativo de biografía definitiva cuando sólo hemos encontrado o consultado una. En obras cortas en español de historia de Hungría incluso sólo se nombra a Beatriz, brevemente como la esposa del rey Matías, pero ni se la cita como esposa del sucesor en el trono,[3] por eso la biografía que comentamos tiene más interés. En otros personajes por su importancia histórica más biografiados, el calificativo de biografía definitiva tiene más sentido, cuando después de otras , una ulterior recoge todo lo anterior y nuevos datos o nuevos puntos de vista, en nuestro caso más que definitiva habría que hablar de única, al menos en el ámbito castellanoparlante en que nos desenvolvemos.

Salvo que el personaje biografiado sea universalmente indeseable, normalmente el escritor que se acerca al biografiado excepción de que sea por un encargo u ocasión propicia responde a una apetencia o simpatía por el personaje, lo que tampoco quiere decir que la obra resulte necesariamente un panegírico; y de nuestro acercamiento a la exposición de Berzeviczy la impresión que nos causa el texto es que siendo única también puede ser definitiva sin que se vea un tono hagiográfico, sino más bien crítico.

Así las cosas nuestro modesto comentario no puede ser otro que extraer algunos rasgos de la reina y de su vida que nos merezcan interés y con pocas o nulas especulaciones en base a lo que el autor narra, sin más intención que contribuir a desempolvar el recuerdo de quien fue reina de Hungría en una época de esplendor, y minorando lo aparentemente llamativo de ser extranjera, hecho totalmente usual en los casamientos reales de otras épocas.

La conclusión que a uno le gustaría poder hacer a fin de dar más relevancia al personaje, es si Beatriz fue elemento imprescindible en el esplendor del reino, o por el contrario fue determinante de su posterior decadencia, o ambas cosas al mismo tiempo. Seguramente ni una cosa ni otra, Berzeviczy no saca ni insinúa ninguna de estas conclusiones, y en todo caso el esplendor en lujos y el boato de la corte no conlleva necesariamente, sino incluso lo contrario, al poder eficaz para contener al enemigo exterior por un lado y por otro , a dar bienestar y justicia al propio pueblo.[4]

Como señala Brachfeld la llegada de Beatriz “… iba a marcar para Hungría el advenimiento de una época de esplendor, tanto en lujo exterior y regia pompa nunca antes conocido, como también al constituir el período cultural más brillante de Hungría en todos los tiempos” (Ob.cit.pág.157).

¿En qué medida el viudo Matías se dejó italianizar por su segunda mujer? ¿O buscó a su segunda mujer en el ámbito de la Italia renacentista que ya admiraba? Probablemente ocurriría esto último; en su tiempo Matías era el soberano más opulento de toda Europa, y como señala Arminius Vambery “Desde su primera juventud Matías se sintió impulsado con toda la energía de su corazón hacia la cultura naciente…” (A la italiana se refiere)[5]. Otra cosa es que el malestar del pueblo por el refinamiento italianizante que no era gratis recayese no contra el propio rey, sino contra su napolitana esposa.

A cinco siglos vista el gasto regio en copistas de lujosas ediciones, en valiosas obras de arte y ajuar y en la remodelación y construcción de castillos y palacios se contempla si es que se conserva como un legado de un pasado esplendoroso,[6] y que hoy llega a todos; pero en su momento ni era para todos, y lo que es peor salía del bolsillo de todos al no existir diferencia entre el patrimonio de los reyes y el del Estado.

La vida cortesana de despilfarro puede no ser incompatible con ser centro de saber y cultura, fama que tuvo el país en tiempos de Matías, pero si que es seguramente incompatible con el ser guardián de su propio reino respecto al enemigo exterior, y aunque la posterior decadencia nacional trae causa de la repentina muerte del rey y de los problemas sucesorios que ello acarreó, también guarda relación con una corte fastuosa y de despilfarro.

La forja del carácter

Aunque las referencias que de niña encontramos en Beatriz resultan harto piadosas en cuanto a sus costumbres y prácticas: levantarse con la aurora, y empezar y acabar el día con actos y lecturas devotas y didácticas, ya pronto apuntó tendencias prodigas y suntuosas de lujo y despilfarro, teniendo deudas desde los 17 años. Prodigalidad que parecía ser hereditaria porque ya era un defecto de su abuelo el rey Alfonso.[7]

Por otro lado en descargo de la princesa sería difícil sustraerse a un ambiente de lujo propio de la corte napolitana, considerada la más fastuosa de toda Europa, tanto en trajes como en mobiliario.[8] Seguramente fruto hoy agradecido de aquel lujo es la abundancia de representaciones escultóricas de la princesa y luego reina, del que sin duda es el busto más conocido de Beatriz y que sirve de imagen al cartel anunciador de la exposición, obra de Francesco de Laurana que en trece ocasiones utilizó a Beatriz para su arte según apunta Berzeviczy (Ob.cit.pág. 65).

La vida licenciosa de la Corte no era suficientemente contrarrestada por los libros didácticos de filosofía práctica que el pedagogo del reino Diomedes Carafa escribía para cada uno de los hijos del rey, siendo altamente logrado el que escribió para Beatriz con motivo de su boda, manual en que la exhortaba a una vida moderada y de buenas costumbres. Al decir de Berzeviczy si la reina hubiera seguido los consejos de Carafa su suerte habría sido seguramente otra. (Ob.cit.pág. 92). Una de las exhortaciones era aprender cuanto antes la lengua húngara incluso ya en cuanto emprendiese el camino de Hungría sin esperar a llegar a su nuevo país.[9]

Aunque la princesa Beatriz de soltera ya tenía abundante iconografía de su rostro, no sabemos si el rey Matías como pretendiente accedió a contemplar alguno de los bustos antes de pedir la mano de la novia en la primavera de 1474, y aunque el interés político fuese el determinante para establecer vínculos con el reino de Nápoles, la fama de atractiva de la princesa también debió llegarle al propio Matías seguramente a través de la delegación que mandó a Nápoles en la primavera de 1469,[10] y aunque en ese momento la princesa sólo tiene 12 años, era edad suficiente para que la todavía adolescente apuntara su futuro aspecto.

Para Beatriz el no conocimiento previo de su regio marido no debía suponer temor alguno; la imagen cierta de rey rico, poderoso, bravo, batallador y a la vez cultivado intelectualmente, amante de la Italia renacentista y baluarte de la cristiandad ante el avance del turco debía tener un efecto de virilidad atractiva para la princesa, aumentada por la que ya de sí tenía el pueblo húngaro por su lucha contra el turco.

Tan buen partido exigía una importante dote cuya alta cuantía en monedas de oro y joyas fue muy superior a la fijada para la hermana mayor, Leonor casada antes que Beatriz con el príncipe de Ferrara. La cuantía de la dote de 200000 piezas de oro ya supuso el primer descontento para el pueblo napolitano, que tuvo que soportar mayores impuestos para hacer frente a la dote, igual que debió suponer también en Hungría una mayor carga de impuestos para hacer frente a los fastuosos preparativos para recibir a la novia; y que además al decir de algunos distraían de la guerra contra los turcos.

La comitiva nupcial de la nueva reina

La comitiva húngara llegaba a Nápoles para el casamiento por poderes a finales del verano de 1476 y la componían 750 personas. El 18 de setiembre tras los largos festejos de celebración la cabalgata emprendió la marcha hacia Hungría, desgraciadamente para Beatriz, la despedida de su patria no iba a ser definitiva. En el trayecto alternado por tierra y mar se hizo un alto importante en Ferrara donde reinaba su hermana Leonor. Entonces el séquito pasaba ya de 800 personas. Abandonada ya la península itálica y ya en tierra, el cortejo debía tener en cuenta a los turcos que podían hacer alguna correría por Croacia o Dalmacia, máxime si se enteraban de la importancia del cortejo. De hecho en Estiria ya vieron signos de destrucción y muerte, con casas saqueadas y cadáveres insepultos.

Dos meses y medio empleó la comitiva nupcial en llegar a Hungría. Además del barco la princesa viajó también a caballo por ser buena amazona, aunque no habría que descartar que donde se pudiese Beatriz fuera también en coche[11] o en silla de manos.

Finalmente la nueva reina, el 10 de diciembre de 1476 y entre nieve se encontraba en Szekesfejervar con su esposo el rey Matías.

[1] Aunque podemos encontrar citas que datan la publicación de 1912.

[2] De hecho nuestro erudito y polifacético F. Oliver Brachfeld en su “Historia de Hungría”. Editorial Surco 1957 define a Beatriz como: “… princesa napolitana de sangre española…” (pág.157)

[3] En “La Historia de Hungría” de Domingo de Kosary. Colección Cisneros 1944, sólo se refiere a Beatriz como esposa de Matías y al habitual comentario, que “…después del matrimonio se rodeó de escritores y humanistas italianos…”. Pág.101, Vol.

En “Historia de Hungría” de Zoltan Halasz. Editorial Corvina 1973 también se la referencia sólo como esposa de Matías y con el mismo comentario de los artistas e intelectuales italianos de que se rodeó, y sigue diciendo. “…La cultura renacentista siguió ganando terreno en Hungría con un nuevo ímpetu cuando en 1476 Matías contrajo matrimonio con Beatriz…” Pág.80.

Arminius Vambery en “Historia de Hungría”. El progreso Editorial.1891, sólo recoge también el primer matrimonio de Beatriz.

[4] Tampoco hemos encontrado en Berzeviczy referencias a la fama de Matías en ser prodigo repartiendo a veces dinero entre los desfavorecidos, y de ser ello cierto si la llegada de Beatriz alteró esa costumbre así como la de disfrazarse de plebeyo y mezclarse entre el pueblo. Lo que si que recoge el autor es que Beatriz inculcó a su marido hábitos más protocolarios para recibir a los súbditos en audiencia, ya que hasta la llegada de la nueva reina al parecer el acceder al rey era muy fácil.

[5] “Historia de Hungría” A. Vambery. El progreso Editorial.1891.Pág.235.

[6] La famosa biblioteca del rey se dispersó con la ocupación turca y el saqueo del palacio del rey quince años después de la derrota de Mohacs.

[7] Alfonso V de Aragón (Medina del Campo, 1396 – Nápoles, 27 de junio de 1458). Llamado también Alfonso I el Magnánimo, rey de Nápoles entre 1442 y 1458.

[8] Berzeviczy ob.cit.pág. 54

[9] Mientras tanto suponemos que los cónyuges se entenderían en latín.

[10] La delegación estaba compuesta por Jorge Handó, prior de Pecs y Nicolás Banfi, gobernador de Pozsony (Berzeviczy ob.cit.pág.71)

[11] Curiosamente la palabra coche procede del húngaro kocsi, carruaje

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