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Vestigios del 56
Eszter Orbán
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En busca de las supuestas mazmorras. La Plaza Köztársaság en noviembre de 1956 |
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Vagando por la calles de Budapest, nos encontramos a cada paso con casas que guardan en sus muros los impactos de las balas; son vivas reminiscencias de la revolución del 56. Hay numerosos escenarios míticos de la revolución, por los cuales pasamos a diario, hasta los colegiales saben de memoria las paradas de las manifestaciones y reuniones de aquel octubre lleno de esperanza. Sin embargo, son estas casas sin nombre, grises y abandonadas, las que con más vigor recuerdan los días de emoción del 56. Y la literatura, desde luego se diría. Curiosamente, los sucesos del 56 no han llegado a crear una auténtica literatura del 56, a pesar de que la revolución tiene sus raíces literarias.
Los protagonistas anónimos de la revolución del 56 en Hungría fueron en su mayoría obreros jóvenes, sin embargo, los intelectuales, y sobre todo los escritores y las instituciones vinculadas a ellos, jugaron un papel determinante en el transcurso de la sublevación y en los tiempos que la precedieron. El intento de reforma del primer ministro Imre Nagy, que dio comienzo en 1953, trajo consigo cierta atenuación sobre el control de la vida cultural. Autores que durante la dictadura de Rákosi habían sido condenados a callar, como los estigmatizados de burgueses, o los llamados escritores del pueblo, recibieron luz verde para publicar sus obras. Escritores que bajo la severa dictadura comunista de los 50 habían prestado su apoyo al sistema, fuera por convicción, temor u puro oportunismo, expresaron ahora su arrepentimiento y ejercieron autocrítica.
Una de las plataformas de los intelectuales llegó a ser la reestructurada Asociación de Escritores, dirigida por Péter Veres; durante la dictadura, de ella habían estado excluidos todos los que no eran comunistas. Por primera vez, escritores que no eran miembros del partido, participaban en su dirección. Los afiliados de la asociación participaron también en las sesiones y veladas de discusión del legendario Círculo Petõfi, el foro de los jóvenes intelectuales partidarios de las reformas.
El poeta Sándor Petõfi representa para los húngaros, desde la revolción de 1848, el anhelo a la libertad, y es símbolo de la oposición a los poderes opresores. La dictadura de Rákosi, aprovechando la popularidad del poeta, fomentó el culto a Petõfi, sin sospechar que la admiración que rodeaba su figura, funcionaría como un bumerán y originaría la crítica al sistema y el deseo de liberarse del yugo soviético. El Círculo Petõfi reunía a los jóvenes intelectuales que se oponían al recorte de los derechos civiles fundamentales; organizaban sesiones de discusión donde participaban cada vez más escritores y otros intelectuales, como por ejemplo el filósofo György Lukács.
Durante la época de Rákosi se había creado, siguiendo el modelo soviético, la Revista Literaria, que a lo largo de los años de la reforma y la revolución llegó a ser uno de los máximos órganos de la nación. La Revista Literaria no sólo fue un reflejo fiel de los cambios políticos ocurridos en la URSS y en Hungría, sino que, a partir de 1954, ella misma se convirtió en agente de estos cambios. Desde el verano de 1956, la revista fue ganando cada vez más popularidad: era el único órgano de prensa que daba a conocer las ideas reformistas del interior del partido a un público más amplio. Su influencia creció notablemente cuando el Círculo Petõfi quedó suspendido por orden de Rákosi.
El 2 de noviembre se publicó el famoso número revolucionario de la revista, que resultó ser el último (curiosamente, el primero había salido el 2 de noviembre de 1950). El número, de indudable calidad literaria, contenía obras, tanto en prosa como en verso, que denunciaban la dictadura. Entre ellas figura el conocido poema de Gyula Illyés Una frase sobre la tiranía, que plasma, de manera escalofriante, la naturaleza de toda dictadura.
Los escritores que habían jugado algún papel en la revolución cayeron víctimas de las represalias que siguieron a los sucesos de 1956. Cada uno de ellos corrió una suerte diferente, pero a todos los obligó el imperativo del silencio sobre lo ocurrido. La revolución del 56 determinó la vida de muchas personas, entre ellas numerosos escritores y poetas, pero no llegó a influir en la temática de la literatura contemporánea. La experiencia de la revolución tuvo mayor peso en la literatura del exilio, gracias a la libertad de expresión. El gobierno de Kádár velaba sobre el tema, convirtiéndolo en tabú. La primera obra donde no sólo se vislumbra, sino que aperece con un vigor decisivo la revolución, es la momumental novela de Péter Nádas, el Libro del recuerdo. La novela fue publicada por primera vez en 1982, cuando la dictadura blanda ya iba perdiendo fuerza. Así pudo ocurrir que la censura pasara por alto el capítulo titulado Año de entierros, una huella literaria de los sucesos del 56, y donde por primera vez se denomina revolución lo que la retórica oficial calificaba de contrarrevolución.
Entre las obras sobre el tema la que más ha sacudido últimamente el mundo literario y al público lector ha sido Mazmorras, el drama del joven poeta János Térey y el escritor András Papp. La tragedia histórica se desarrolla en un lugar emblemático de la revolución, la plaza Köztársaság (Plaza de la República) que, a su vez, es escenario de uno de los acontecimientos más infames de la misma. El 30 de octubre los revolucionarios atacan la sede del partido, ubicada en la plaza. Al asedio lo sigue una serie de terribles linchamientos. La obra debe su nombre a los rumores que corrían entonces entre la gente sobre la supuesta existencia de unas mazmorras debajo de la sede del partido, donde mantenían encerrados a numerosos presos políticos. Mazmorras, puesta en escena en el 2006, ha sido objeto de fervosorosas polémicas. Una parte de los críticos ha saludado su complejidad y el que, en vez de ensalzar la revolución ciegamente, y glorificar, sin más, a sus participantes, opte por mostrar la ambigüedad y la inevitable crueldad de la misma. Otros han atacado la pieza por destacar un solo acontecimiento de la cadena de sucesos, por lo que no puede representar la revolución en su totalidad.
Críticos y estetas se quejan de la falta de una literatura del 56, reivindicando obras donde los sucesos de la revolución cobren protagonismo absoluto; sobre todo reclaman la gran novela del 56 (los intentos de realizarlo han sido o frustrados, o recibidos con reticencias por parte de la crítica y el público). Muchos han señalado que, al contrario de lo que ocurrió por ejemplo en Alemania después de la II Guerra Mundial, en Hungría no se ha ha hecho frente, ni a nivel social, ni a nivel literario, a nuestra historia reciente. Los hechos quedan demasaido cerca, y las heridas, no han cicatrizado aún.
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