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Fútbol y letras
László Darvasi
La repetición del Hungría-España

La pregunta
¿Por qué no brindaron los húngaros con cerveza durante 150 años entre 1849 y 1999?
Porque en Hungría se bebe más vino y la cerveza no tiene tradición.
En homenaje a los militares húngaros de 1848–1849, que fueron ejecutados mientras sus verdugos tomaban cerveza.
Los húngaros nunca brindan porque según la superstición trae mala suerte y despierta a los malos espíritus.
Respuesta

La lectura del mes
Géza Csáth

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László Darvasi

La repetición del Hungría-España

Traducción de José Miguel González

Fuente: La misteriosa selección mundial
Magvetõ • Budapest, 2006
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Juan Carmelo era el director de uno de los psiquiátricos más prestigiosos de Barcelona –el hospital Joas Carvalhes– además de un conocido aficionado al fútbol. Un día decidió aplicar en el tratamiento terapéutico la receta curativa del tristemente famoso Marqués de Sade. Se le ocurrió que sus enfermos jugaran aquel famoso Hungría-España de 1925, en el que los españoles ganaron en Budapest por un mísero gol de chiripa. El plan del director Carmelo era reconstruir el partido con sus enfermos, paso a paso, movimiento a movimiento. Se preparó durante años. Consiguió la totalidad de las revistas deportivas españolas, húngaras e italianas de la época, reunió las memorias de jugadores vivos, de testigos y de allegados recelosos. Y como si los enfermos sintieran la particularidad de la empresa, mostraron la más seria disposición a ayudar.

Repetiremos la historia, tartamudeaban meneando la cabeza y babeando sobre los hombros de las enfermeras. El gran día todo sucedió tal y como estaba planeado según el guión del partido. Lo jugaron un día ventoso de abril en el campo de tierra batida junto al psiquiátrico. El campo lo pidieron prestado al párroco local, allí solían los alumnos del seminario cercano hacer gimnasia para regocijo de los del psiquiátrico. Carmelo adoptó el papel del árbitro austríaco Braun. Cuando pitó el final del partido los jugadores corrieron hacia él con el rostro radiante de felicidad, le abrazaron, le aplaudieron, le dieron la mano. El rostro de Carmelo, en cambio, revelaba una tremenda tensión. No entendía qué había pasado. Todo había sucedido tal y como lo había planeado. Cada uno de los jugadores había hecho exactamente lo que el guión del partido tenía designado para él. No hubo movimientos gratuitos, superfluos, perdidos, locos. Y a pesar de todo… fue el equipo húngaro el que ganó el partido del psiquiátrico de Barcelona por ese único y mísero gol de chiripa.


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