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Ernõ Szép entre los autores de la revista Nyugat |
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Fui Ernõ Szép
Ernõ Szép
18841953
Fui Ernõ Szép, con esta frase se presentaba el dramaturgo, poeta y novelista Ernõ Szép durante los últimos años de su vida. Colmado de éxito y rodeado de admiradores en sus años juveniles y de primera madurez, en la última década de su vida fue relegado al completo olvido.
Fui Ernõ Szép, con esta frase se presentaba el dramaturgo, poeta y novelista Ernõ Szép durante los últimos años de su vida. Colmado de éxito y rodeado de admiradores en sus años juveniles y de primera madurez, en la última década de su vida fue relegado al completo olvido.
Al igual que la vida de Cervantes o de García Lorca podrían constituir un capítulo de la historia de España, la vida de Ernõ Szép nos dice mucho sobre los acontecimientos históricos de la Hungría del siglo XX.
Nacido en una humilde familia judía de una provincia húngara, Ernõ Szép llegó a Budapest a los diecinueve años, sin terminar el bachillerato, para colaborar en distintas revistas literarias y periódicos del momento. Desde su lanzamiento fue colaborador de Nyugat, aquella revista literaria de orientación burguesa, europea y humanista que en su momento fue el centro de la vida espiritual del país. En Nyugat Szép publicó sobre todo poemas con el tono nostálgico propio de toda su obra, que llegaron a ser muy populares. Escribió también folletines para diferentes periódicos, y trabajó para el Cabaret Bonboniérre escribiendo monólogos humorísticos, escenas satíricas y canciones, que le valieron una gran popularidad. Más tarde cosechó éxito como dramaturgo de moda, y sus novelas se convirtieron en auténticas sensaciones literarias. Su novela Acacia lila (1919), que narra las peripecias amorosas de un joven de Budapest, ofrece un excelente y fiel retrato de las condiciones sociales en las cuidades húngaras de aquellos años. Nuez de Adán (Lengua de Trapo, 2010) es una novela de inspiración autobiográfica que evoca el ambiente burgués y el carnavalesco mundillo artístico de las décadas 1920 y 1930.Tanto los escritos más breves publicados en periódicos, como el teatro y la prosa (novelas y relatos) de Szép contienen los gérmenes de la literatura del absurdo, que florecerá después de la II Guerra Mundial.
Cuando estalló la I Guerra Mundial, Szép se ofreció como enfermero y corresponsal de guerra voluntario, pero a partir de 1915, en sus versos iba abogando por la paz cada vez con más vigor. No podía ser de otra forma, pues Szép era una persona profundamente pacifista y humanista que derrochaba simpatía y era celebrado por sus coetáneos por su innegable talento artístico, humildad y humanismo. Tras cumplir en el ejército austro-húngaro y ser nombrado oficial, escribió en su espada: Leben un Leben lassen, es decir, Vivir y dejar vivir, un lema poco combativo, pero sí muy original dadas las circunstancias. Este gesto de Szép ilustra, asimismo, su fina ironía y su delicada, y al mismo tiempo aguda, visión del mundo que le rodeaba.
Esta ironía sutil y su empatía las conservaría más adelante en unas condiciones que todos pensaríamos que invitan poco a semejante comportamiento. Szép cayó víctima de las persecuciones antisemitas de su época. Primero lo echaron de su habitación de hotel de la Isla Margarita, en la que había pasado treinta y tres años, para dejársela a las tropas alemanas que se instalaron allí. Poseedor de un pasaporte de protección del sueco Raúl Wallenberg, no lo llevaron a los campos de exterminio nazi, sino que lo alojaron en una de las casas de la estrella amarilla, como llamaban a aquellas casas en las que daban refugio a miles de judíos que gozaban de la protección de algún consulado extranjero. Hacía décadas, Szép había escrito en Acacia lila:
¿Soy judío? ¿Cómo que soy judío? ¿Qué es eso? ¿Soy amarillo o verde o azul o qué? Tengo el mismo color de piel que los húngaros. ¿Quién había ideado que yo fuera judío? Juro por Dios que a mí no se me había pasado por la cabeza ser judío cuando nací. Al aterrizar, me esperaba aquí en este mundo esta sorpresa tonta. Que yo tuviera que ser judío. ¿Por qué? Yo, para mí solo, cuando no pienso en ello, no soy judío en absoluto, soy un chaval, mi patria es el amor, y mi dios, la muerte. Y alguien me mira y sabe que soy judío. ¡Es como si mirase a alguien y supiera de repente que una vez ha robado! Y yo tengo que soportar con la mirada esta acusación o culpabilización o tolerancia o no sé qué, de que sea judío. Y yo tengo que mirar como diciendo: de acuerdo, está bien, soy judío. Sin embargo, la cosa para mí no está para nada arreglada. Yo no puedo aceptar todo eso. No estoy de acuerdo, ni conforme, simplemente me rindo: soy judío, ¿qué le voy a hacer? Me preguntan al mirarme. ¿Qué les respondo? Si fuera por mí, me echaría a reír: pero por favor, esto es una locura estúpida, ¿no vamos a ocuparnos de cosas así en esta vida tan interesante? Muchas veces me daba la impresión de que era una broma de mal gusto que habían inventado en mi detrimento, para que tuviera que sufrir también por esa tontería. ¡Que durante toda mi vida fuera judío! Repártanlo, como la milicia o el trabajo público; que, durante un año, todo el mundo preste el servicio de ser judío, si es que es realmente imprescindible que uno sea también judío, además de hombre.
Parece que se hizo oídos sordos a la propuesta de Szép, al que en 1944 llevaron a realizar trabajos forzados. Al contrario de otros grandes de la literatura húngara, como Antal Szerb o el poeta Miklós Radnóti, Szép logró sobrevivir a aquella trágica caminata, que relató, con una sensibilidad apenas imaginable, en sus memorias que se publicaron con el título Olor humano. En este libro habla del holocausto con su ironía de siempre, sin embargo, más amarga que la de Acacia lila, conservando no obstante su ingenuidad y humanismo :
Ahora, igual que en la guerra anterior, a veces me asombro: ¿Cómo se atreven a hacer esto? ¿Cómo se atreven a hacerlo cuando yo estoy aquí en este mundo? ¡Si yo veo y oigo todo! ¿Cómo es que no se quedaron desconcertados, que no se les cayó la cara de vergüenza?, ¿Cómo es que no lo dejaron en seguida?
En el nuevo sistema tras la guerra, sumamente hostil con todos los representantes de la burguesía, Szép no logró nunca más recuperar su estatus de antes, y el otrora exitoso autor quedó relegado al olvido. Murió solo y necesitado en 1953. Su muerte pasó casi desapercibida.
Eszter Orbán
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