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“Quita la carne de la hamburguesa americana y la llena con chorizo húngaro”

Mátyás Falvai


El pionero de la novela policíaca hard-boiled, Vilmos Kondor, es un personaje muy polémico, un autor estrella muy criticado; pero su éxito es indiscutible, como lo es el hecho de que fueran sus libros los que lograron que la crítica establecida se interesara por ese género tan despreciado: la novela negra. Budapest noir, publicado en 2008, captó la atención de los círculos literarios y de los no profesionales. Este fue el primero de una serie de cinco tomos que el año pasado se cerró con Budapest en noviembre, cuya trama se desarrolla durante la revolución de 1956.

La verdadera persona de Kondor ha sido una especie de acertijo desde el principio, pero si le damos crédito a la biografía oficial publicada en la solapa y en la página web de la serie, se trata de un profesor de matemáticas y física que nació en 1954, estudió en la Sorbona y ahora trabaja en una ciudad pequeña del oeste de Hungría. Sin embargo, varias señales indican que Vilmos Kondor escribe bajo un pseudónimo, y el enigma que tiene cautivado al público sirve sin duda de propaganda para el libro. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas, entre otros al inglés, al alemán, al polaco, al italiano y al francés. Las críticas han sido favorables en todos los países, y los derechos de la adaptación cinematográfica de Budapest noir ya han sido vendidos. La serie Budapest es indudablemente un éxito rotundo.

Kondor no oculta que sigue los pasos del padre del hard-boiled, Dashiell Hammet, y usa intertextos de su novela Cosecha roja. Es cierto que se nota la influencia de Hammet, sobre todo en la manera de describir el carácter de los personajes y de crear unos diálogos cojonudos. Pienso que el protagonista de la saga Budapest, Zsigmond Gordon, no le haría ascos a tomarse un whisky con Sam Spade, y lo que lo hace similar a este son su determinación casi arrogante, su naturaleza irascible, su inclinación por repartir puñetazos con toda facilidad, su lucidez propia de un outsider y su actitud imperturbable; pero Gordon parece más intelectual, más refinado, y una persona más pura que Spade, por eso resulta más fácil identificarse con él.

Hay otra diferencia fundamental: los libros de Kondor pueden ser interpretados como novelas policíacas históricas. Es impresionante el detallismo de las descripciones de la red de transportes y de las calles de Budapest, de su hostelería, de la crisis de los tiempos tempestuosos, de sus figuras características y de sus formas de divertirse, es decir, de la vida cotidiana, la rutina y la actitud vital que se escondía tras ellos. Consigue resucitar una época no tan lejana y acercarnos a ella, pero relegada al blanco y negro de los archivos históricos. Hammett no tenía que construir un mundo, dar explicaciones sobre una época concreta o pintar la ciudad porque sus obras fueron destinadas a los lectores contemporáneos, y el medio en el que sus historias se desarrollaban era de conocimiento común. En este sentido, los textos de Kondor explican y detallan más que las obras de Hammett, lo que por una parte produce una atmósfera muy intensa, y por otra va en detrimento del curso de la narración.

No lo lamentamos, sin embargo, porque lo que nos interesa de verdad no es saber quién es el asesino o si se ha hecho justicia, sino poder pasar un rato más en su mundo, ser observadores en el Budapest de los años 1930, 1940 y 1950, degustar el café de achicoria de la cafetería Abbázia, oler el humo amargo del Lucky Strike que fuma Gordon, pasar más tiempo en la compañía cautivadora de Krisztina –la novia de Gordon– y seguir oyendo el tecleo de la máquina de escribir en la redacción. Las novelas negras de Kondor establecen entre el lector y Budapest una relación íntima. Las callejuelas insignificantes, los cruces de carreteras sin alma, los edificios sin carácter o los barrios raramente visitados se ven enriquecidos con varias historias, y reciben un significado nuevo en nuestra imagen personal de Budapest.

El autor de los libros Budapest es un experto en describir y analizar las caóticas relaciones políticas de la primera parte del siglo XX, lo cual permite la lectura de la obra como novela histórica. No pone meros decorados, no es una simple recitación de los libros de historia, sino que Kondor intenta interpretar y ayudarnos a entender la dinámica de aquel delicado período. No puedo verificar su autenticidad histórica, porque para eso habría que llevar a cabo un trabajo de investigación tan extensa como el que el autor hace antes de empezar la novela, pero tengo la impresión de que consigue que emerjan detalles y conexiones muy importantes, y su perspectiva realista –que llena de vida y carácter las figuras históricas– nos permiten darnos cuenta una vez más que a pesar de nuestras ilusiones todo eso puede volver a pasar, es más, que ya está pasando.

El personaje de Zsigmond Gordon da un encanto especial a las novelas. Su carácter bien elaborado, creíble y amable es una versión particularmente húngara de los duros detectives de las novelas hard-boiled. Kondor logra crear un protagonista perfecto, pero su actitud frente a los clichés es mucho más sofisticada. Sabe usarlos, dosificarlos, aprovecharlos, y raras veces mete la pata. Al mismo tiempo sabe mirar el reverso de los detalles estereotipados: saca la carne de la hamburguesa americana y la llena con chorizo húngaro. Parece disfrutar de los clichés, hacerle guiños burlones al lector cómplice (sobre todo en las referencias culturales sobre la historia del género), y con su autoironía –que afortunadamente nunca llega a ser exagerada– logra evitar el patetismo latente en la historia.

Cortesía de konyves.blog.hu

Traducción de Éva Cserháti y Antonio Manuel Fuentes

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