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Örkény en compañía de su segunda mujer, Angéla Nagy
Örkény en compañía de su segunda mujer, Angéla Nagy

Un contempráneo centenario

István Örkény

1912–1979

La vida de István Örkény es una auténtica lección de historia. Örkény experimentó en carne propia las truculencias del siglo XX y su obra literaria, los cambios en su arte de escribir y sus ideales estéticos están marcados por los giros de la historia. De ahí que la obra de este gran escritor húngaro sea de una variedad —de estilos, géneros y temas— impresionante.

(Mi nacimiento) ocurrió poco antes del estallido de la I Guerra Mundial, en 1912 y creo que ha sido mi único éxito total. A partir de ese momento, mi vida no ha dejado de ser una continua decadencia.(…) En vano sabía yo que quería ser escritor, mi padre era farmacéutico, y se empeñó en que yo mismo me hiciera farmacéutico. Anhelaba que yo fuera más que él y cuando me hice farmacéutico, me mandó a estudiar química. Tuve que esperar otros cuatro años para dedicarme en cuerpo y alma a la escritura.

¿Pero hasta cuándo? Apenas respiré profundamente un par de veces cuando estalló la guerra. Hungría declaró la guerra a la Unión Soviética, me llevaron al frente donde en breve derrotaron a nuestro ejército y a mí me capturaron los rusos. Me pasé otros cuatro años y medio en prisión, pero al regresar a casa me esperaron nuevas vicisitudes, que no facilitaron mi carrera de escritor.


En esta autoirónica Biografía de un minuto Örkény no menciona que procedía de una familia de judíos asimilados pertenecientes a la gran burguesía. En una conversación televisiva contó: “Mi familia es de origen judío. Sin embargo, nosotros de alguna manera lo ignorábamos, no hablábamos de ello. Yo mismo fui a un instituto monacal, era católico”. De este modo, no es de extrañar que le cogiera desprevenido que en 1942 lo llamaran a lo que se conocía como servicio de trabajo; unos trabajos forzados inventados especialmente para la población judía; esta especie de “servicio militar alternativo” lo hicieron posible las infames leyes antijudías, que discriminaron a los cuidadanos húngaros judíos y finalmente condujeron al genocidio de millones de ellos.

Cuando los soviéticos rodearon al debilitado II Ejército Húngaro, Örkény cayó prisionero. La prisión cambió definitivamente la visión de este joven de familia bien, que ya había hecho sus pinitos en la vida literaria como poeta y prosista y tenía publicado, incluso un volumen de relatos. La vida en el campo de prisioneros le hizo experimentar sensaciones antes desconocidas como el hambre, la nostalgia o la más absoluta indiferencia, la constante inminencia de la muerte o la pérdida de los recuerdos y conoció a personas de diversa procedencia social y de variado pasado. Recogió sus recuerdos de la prisión en la crónica Gente de los campos de prisioneros, publicado en 1947 y los destinos de ocho de sus compañeros de prisión en el libro Memoriosos; en 1948 salió su drama Voronezh. Gente de los campos de prisioneros es un obra controvertida, porque a pesar de haber sido redactado en la prisión, fue publicado ya en la Hungría dominada por los comunistas, lo cual implicaba la censura de la versión original de acuerdo con la ideología imperante.

La conditio sine qua non del regreso de Örkény a Hungría fue su afiliación al Partido Comunista. Su experiencia en los campos de prisioneros reforzó aún más su oposición al antiguo régimen derechista de Horthy, su simpatía por la ideología marxista y su fe en el comunismo. En una ocasión incluso declaró que un escritor solo puede ser de izquierdas: “Hasta un obrero de hierro puede ser “capitalista”; un escritor, nunca”. No obstante, la bolchevización de la vida política y cultural, el endurecimiento de la dictadura de Rákosi hizo que Örkény poco a poco se diera cuenta de los errores y las atrocidades del sistema y los sometiese a crítica, lo cual quedó reflejado también en sus obras, en las que se alejó de los esquemas impuestos por la ideología cultural estalinista que había seguido en los primeros años de la posguerra. En 1956 participó en una manifestación contra el régimen y pronunció un discurso en Radio Kossuth Libre, en el que declaró: “Mintieron durante la noche, mintieron durante el día, mintieron en todas las ondas”. Por su participación en los acontecimientos revolucionarios se prohibió la publicación de sus obras hasta 1962. Durante este período, se ganó la vida trabajando en una fábrica de medicinas. Paradójicamente, el político que le ayudó a conseguir ese puesto fue György Aczél, el mismo que había decidido silenciarlo como escritor.

Tras estos años de silencio, durante los cuales leyó a Kafka, Mrozek y Hemingway, tradujo a autores como Capote o Laclos y reanudó la escritura de relatos, fueron apareciendo sus cuentos, a partir de 1962, en difererentes revistas. Sin embargo, su relato kafkiano “Gran Café Niágara”, que podía ser leído como una alegórica crítica de la política del momento, provocó un nuevo ataque ideológico contra Örkény por parte de las autoridades. Se precisa ser un experto en la época para comprender los complejos y, muchas veces, perversos mecanismos del poder, las técnicas de represión y permisividad que permitierieron que, aunque siempre vigilado y en varias ocasiones censurado por el poder, en 1973 Örkény obtuviera por su obra literaria el premio Kossuth, el más prestigioso galardón nacional y se convirtiera en un autor exitoso y popular.

En 1966 se publicó su tomo de cuentos La novia de Jerusalén y en 1968 salieron a la luz sus Cuentos de un minuto*, unos microrrelatos grotescos, con un humor absurdo que evocan las parábolas y los relatos breves de Kafka. “Lo grotesco hace vacilar lo definitivo, pero sin ofrecer en su lugar otra validez; en vez de poner punto, pone siempre un signo de interrogación, de modo que no cierra, no concluye, sino que abre camino, pone en marcha algo”. La obra alcanzó un éxito inusitado, tanto entre los escritores del momento y del futuro como entre los lectores. El crítico Zoltán András Bán sostiene que el éxito de la prosa de Örkény se debió, entre otras cosas, al hecho de que en aquel momento ya había finalizado la época de las grandes narrativas y en la poesía también se observaba una mayor brevedad, así que, la sencillez y la concisión de los relatos de Örkény lograba el mismo efecto de síntesis en la prosa. Por otro lado, los cuentos de Örkény, renunciando a ser un reflejo directo de la realidad, ofrecieron una alternativa convincente al falso realismo socialista imperante, acercándose, de esta forma, al mundo de lo fantástico y, por supuesto, a su precursor Kafka.

Örkény fue también un dramaturgo de fama mundial. Su comedia Los Tót, estrenada en 1967, fue en realidad el primer drama absurdo de la literatura húngara. La obra, que habla del terror que produce el sistema político distorsionado, fue llevada también a la gran pantalla. En 1971 se estrenó Juego de gatas, una tragicomedia grotesca, traducida también al castellano, que gira en torno a un triángulo amoroso entre ancianos. A continuación Örkény publicó otros tantos dramas y, tras diez años de prohibición, pudo presenciar el estreno de un drama escrito en 1969. Pese a que algunas enfermedades le acompañaron durante muchos años, en su último período también fue un autor sumamente fértil. Dos años antes de su muerte, en 1977, se publicó Exposición de rosas, novela breve que trata el tema de la muerte influída por los medios de comunicación. Murió en 1979, después de romperse la columna vertebral.

*Cuentos de un minuto se publicó en español en la traducción de Judit Gerendás. Para más datos ver nuestra sección Libros.


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